viernes, 29 de julio de 2011

Último día en el encuentro y cómo me ratearon un gorro

Pasemos a la parte final de mi historia, pero antes aclaro que probablemente existan personas que van a estas madres a servir y ayudar a los jóvenes con mucho amor y de todo corazón y que simplemente a mí me tocó la mala suerte de asistir a uno bien sarra o bueno, que esa fue mi experiencia y quizás a otros de los que fueron al mismo encuentro que yo pues si les sirvió.

Domingo
Para evitar que Lupita se quedara de nuevo con todas las cobijas le tocó dormir en medio de Arelli y de mí, pero igual, cuando despertamos el domingo estábamos destapadas y Lupita solo era un bulto en medio de la cama sepultada bajo las cobijas. Tampoco quise repetir mi traumática experiencia en las duchas así que no me bañe ese día, saldría igual de sucia que como entré.

Del último día no recuerdo tanto. Salimos del dormitorio y llovía, pero no podíamos entrar todavía al comedor, ni podíamos entrar en la capilla y no nos dejaron quedarnos en los dormitorios. Nos abandonaron a nuestra suerte, bajo la lluvia en el patio. Tampoco es que fuera una lluvia fuerte, era algo así como una llovizna, pero en diciembre y hacía un pinche frío del mal. Llevaba un gorro negro para proteger mis orejitas y cabeza del frío y una servidora me llamó la atención el día anterior porque se me olvidó quitármelo cuando entré en la capilla y dijo que tuviera más cuidado; esa mañana lluviosa lo traía puesto y acababa de poner un pie dentro del jodido comedor cuando la servidora me vio y me ordenó que me quitara el gorro y se lo entregara porque por lo visto yo no entendía que no debía llevar cubierta la cabeza cuando entrara en el sagrado recinto del comedor y la capilla, a pesar de que afuera la temperatura estaba como a menos 10 grados y no tenía ni un minuto de haber entrado al lugar. En mi defensa, claro que recordaba que debía quitarme el pinche gorro cuando estuviera dentro del comedor y claro que me lo iba a quitar pero no me dio oportunidad la servidora-nazi-cristiana. Dijo que me lo regresaría esa tarde cuando acabara la misa de despedida.

El resto del día también tuvimos pláticas profundas y los servidores hablaron un poco de sus vidas y que sus papás no los querían o que ellos eran unos horrendos hijos y que la religión los salvó y chalala. También nos dejaron helándonos en el patio y abrieron su tiendita para exprimir a los que llevaban dinero y morían de hambre.

En la tarde llegó un padrecito para confesarnos porque en la misa teníamos que comulgar. Sobra decir que no me confesé y no porque esté en contra de eso sino porque yo, en lo particular, prefiero entendérmelas con Dios directamente, digo, está en todas partes ¿no?, puedo hablar con él siempre que quiera sin recurrir a intermediarios. 

Antes de pasar al “confesionario” nos dio una charla sobre ser un buen católico y que debes ir a misa cada domingo, quieras o no quieras y no ir solo cuando tuvieras ganas. Mmm… a mí se me hace de hipócritas ir sin sentir el deseo, sin fe; parece peor ir a huevo que cuando realmente sientas que debes ir. En fin.

Llegó la hora de partir. Nos subieron a un camión y nos llevaron a la iglesia de la que forma parte el grupo. Estaba lloviendo cuando llegamos. Nos dijeron que bajáramos y dejáramos nuestras cosas en el camión, que luego iríamos por ellas.

Entramos y ahí estaban las familias y amigos de los asistentes al encuentro, pero no podíamos ir a saludarlos hasta el final. Nos acomodamos y comenzó la misa. No recuerdo gran cosa. Cuando terminó todo pues nos dieron nuestro collar de miembros y fuga cada quien por su maleta. Resulta que dejaron TODO afuera de la iglesia, mojándose bajo la pinche lluvia, bien ojetes. Luego de recoger mi mochila y todo mi equipaje (empapado) fui a buscar a la servidora que me quitó mi cadenita y mi gorro pero me dijeron que ya se había ido y que fuera el sábado siguiente, después de las vacaciones de invierno, a la reunión del grupo y que ahí me devolvería lo que me “decomisó”. Ni pedo.

Fui al sábado siguiente y hablamos de lo que hicimos en vacaciones y los servidores (algunos) hablaron de cómo se embriagaron en Navidad y en año nuevo. Luego cantamos y bailamos como en el pre-encuentro y que padre, me gustó bailar y brincar. Fui a buscar a la que según tenía mis cosas y pues que no, que no fue ese día, que volviera el siguiente sábado y le preguntara. Puta madre.

Volví al sábado siguiente y nos pusieron un video sobre los inmigrantes con la canción de Ricardo Arjona y ya no cantamos ni bailamos y eso ya no me gustó. Encontré a la fulana y me dijo que ella ya no tenía nada, que le preguntara a menganita y fui con menganita y dijo que ella no sabía nada, que fuera con zutanita que no había podido ir porque tuvo que trabajar. Coño, no pensaba volver otro sábado. Me despedí para siempre de mi querida cadenita y mi gorro tejido. Que hijos de la chingada, las técnicas que emplean para que vuelvas siempre con ellos. 

En resumen: no hubo ni iluminación, ni nada. Fueros los tres días que más frío y hambre he pasado en mi vida y me ratearon una cadena y un gorro. Y para acabarla se me perdió el collar que me dieron por haber asistido al encuentro, se me desamarró y sabrá Dios en dónde quedaría. No volví jamás al grupo. Fin.

Se supone que no debes contar nada de lo que ocurre dentro del encuentro ni hablar de él con otras personas que no hayan vivido ya la experiencia, por eso del "sigilo", pero ya ven me valió y lo conté... claro que no conté sobre las cosas que algunos servidores (los que me parece si fueron sinceros) hablaron de su vida personal y cosas así pero nada me impide decir el resto y que en una parte te distraen con hablando de algo y luego, cuando menos te lo esperas, te avientan botes con agua y te mojan; a nosotros no nos hicieron eso porque igual ya estábamos mojados de tanto estar bajo la lluvia y lo que nos eventaron fue harina. Bye bye sigilo.

Cambio y fuera.

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