viernes, 23 de abril de 2010

¡¡¡Alcohooool!!!

Yo no tomo. Hace unas semanas me tomé un vasito de vodka licuado con jugo de mango, pero eso no cuenta.

Sinceramente, nunca me ha dado por hacerlo, ni se me antoja ni nada. Quizás se deba al trauma que me causó la experiencia que voy a relatar.

Estaba en 2do de secundaria y se nos ocurrió hacer una "posada" en casa de nuestra amiga E. Llegué a su casa en la noche junto con Celia y cuando entramos nos dimos cuenta de que la fiesta iba a estar muy sola.

Solo fuimos Celia, su hermana, yo, Abi, Manuel, M y Claudia de nuestro grupo. Los demás eran vecinos cholos de E. En fin, la casa estaba SOLA; sus papás habían salido así que los vecinos cholos se dispusieron a ir por cerveza para "amenizar" la fiesta. Aparte de cerveza, hicieron mezclas con la colección de botellas de la mamá de E y fue ahí cuando comenzó el show.

E, Claudia, M y Manuel se apuntaron a tomar. No habría habido mayor problema de no ser que a las tres suatas de mis amigas del cayó malísima la combinación de bebidas dando origen a tres tipos distintos de ebrias.

La más extrema fue E. Su primer síntoma de la borrachera fue vomitarse en medio de la sala y acto seguido soltarse a llorar. Entre Celia y yo la levantamos del piso y la sentamos, luego limpiamos más o menos con el trapeador. Entonces siguió tomando y tomando y llorando y llorando. Decía que se quería morir y que nadie la quería, cantaba "la china se va a morir y todos van a ser feliz"; la china era ella y no decía "felices", decía "feliz". Luego, así como se soltó llorando, comenzó a reirse como maníaca, así bieeeeen tétrico: estaba sollozando y de repente se echó a reir y nos asustóooooo. Y eso no era todo, volvió a vomitar, aunque esta vez afuera de su casa pero se golpeó la cabeza con la puerta al salir; limpiamos con la manguera y entramos en la casa para verla tambalearse y casi derribar el arbolito de navidad. Repitió eso de reir y llorar al mismo tiempo y empezó a gritar "¡Me quiero moriiiir! ¡Los voy a matar a todos!", agarró un cuchillo de la cocina y dijo que se iba a matar, pero como estaba tan mareada no fue díficil quitárselo, estalló en risas tontas otra vez y dijo que quería ir al baño, pero antes de entrar vomitó, se resbaló y se pegó en la cabeza con un adorno. Era como estar en el Exorscista de tanta wacareada, lo peor fue cuando en una de sus vomitadas se calló sobre su vomito. Cuando le volvieron sus ataques homicidas-suicidas entró de nuevo en la cocina, pero como ya le habíamos escondido los cuchillos agarró un sartén y al momento de que Manuel quisó quitárselo de las manos ella le dió con él en la cabeza. Y entre wacareada y lapsus de risa y llanto Celia y yo teníamos que cuidar de otras ebrias.

M se no se pusó como E, pero igual nos sacó un sustote. Ella no reaccionaba, solo estaba tirada en el sillón como medio dormida, no hablaba y cuando intentaba comunicarse decía puras incoherencias. Tratamos de matenerla despierta y no dejarla sola; cuando quisó ir al baño se negó a que alguien entrara con ella pero le pedimos que no pusiera el seguro, después de esperarla un rato entramos y la vimos tirada en el piso y.... ¡Pánico, horror, muerte, destruccióoooon! Creímos que se había desmayado, pero solo estaba ahí tirada sonriendo y viendo al techo. Cuando quería decirnos algo se señalaba un anillo y nosotras intentábamos interpretarlo: "¿qué tiene el anillo? ¿te lo regalo el wero?" ella decía que no y seguía señalando el anillo, entonces se señaló la blusa y luego el anillo "¿qué tiene? ¿es rojo?" y ella asentía... no le hallamos sentido.

Y mientras una nos quería matar y teníamos que cuidar de la otra semiconciente, Claudia bailaba en medio de la sala, sola y con una cerveza en la mano, cantando y diciendo que Pee Wee era su novio y que su novio real podía irse a freir esparragos. Ella no dio problemas, pero nos dio mucha risa cuando la pusimos a bailar con un amigo de E y ella (Claudia, no E) le agarro las nachas.

¡Oooooh!, pero el que hubiera una manguera de vomito, otra que no podía levantarse sola del sillón y una bailando con un imaginario Pee Wee no fue impedimento para que las historias de amor se desarrollaran: Abi y Manuel estaban beso y beso y la hermana de Celia ligaba con uno de los amigos de E. Estaban en su propio mundo en medio del caos etílico.

Pero todo eso debía terminar. La madre de E llegó y E en su alcoholizada demencia salió corriendo fuera de su casa, diciendo que su madre se enfadaría y que no la quería. Cuando logramos llevarla de nuevo a su casa, su madre no la riñó, se mostró muy comprensiva con la situación y como no hubo ningún destrozo no nos regañó.

Al momento de que se les bajó lo borrachas todo nos pareció de más gracioso. Les contamos todo lo que habían hecho y no nos podían creer. Aun así reímos y reímos.

Y esa fue la historia de la primer borrachera en la que estuve atrapada cuidando de que mis amigas no se fueran a matar.

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